Excención

Era pasada la medianoche, la luz de la luna se filtraba en el auditorio decidida a alumbrar el escenario donde una hermosa y misteriosa figura bailaba. Se movía al compás de Beethoven, delicada; casi sin tocar el piso. Nadie sabia nada de ella; nadie sospechaba su talento. Solo disponía de esos escasos minutos de fama ante las estrellas, quienes silenciosamente la aclamaban. Al terminar la música, su tiempo se había agotado, debía ponerse el uniforme y volver a trabajar, limpiar y encerar los pisos que solo podía soñar usar.

Anne

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