Memento Mori

Querido lector:

Cuando encuentres esta carta no huyas. No te asustes, sólo intenta comprender. Sigue los pasos que yo di, si te animas a cargar con el dolor del mundo. La empatía es un sentimiento doloroso, pese a lo que puedan decir. No temas. Lo peor está por venir, estás avisado. 

Inhala, exhala. Por la nariz. Por la boca. Aguanta el aire. Dos, tres, seis, siete, diez segundos. Vuelve a empezar. Una y otra vez.

Un olor fue lo primero... a cenizas y a muerte. Inspira.

"Todo empezó aquella noche. En aquel puente, a la obscuridad de las tinieblas, cuando los grillos se habían ido a dormir y las cigarras, desmayadas en sus camas, ya no cantaban; cuando todavía era muy temprano para que los pájaros despertaran, y las flores amanecieran. En esas horas de interludio, donde el sol y la luna conviven, y por algunos, pocos, minutos, su amor se hace posible. Bajo la titubeante luz del farol, y la insistente mirada de las estrellas, fui testigo del fin de una era, y del comienzo de otra.

Un sonido abrumante me envolvió, pequeños soles se plagaron por doquier. Toda la ciudad amaneciendo y apagándose simultáneamente. El colapso de las almas huyendo de sus hábitats hacía temblar la existencia. Un brazo se aferró a mí despertándome de mi asombro. Me arrastró por calles sinuosas, recubiertas de piedras, clavándose en mis gastados zapatos. Ya no soy consciente de a dónde voy, de dónde estoy. Todo alrededor mío es oscuridad, mejor que me vaya acostumbrando.

Llegamos y parece que nuestra presencia es sinónimo de muerte, nos sacan las estrellas, no nos ofrecen quedárnoslas. Las queman. Es tan triste ver morir a una estrella, una estrella tan bonita, en especial. No comprendo qué les hizo ese pequeño símbolo, insignificante, para que lo maltraten así. Al fin y al cabo es una estrella, solo puede iluminar. ¿Qué tiene de malo un poco de luz, en medio de tanta oscuridad? 

Nos acomodan, apretujados, separados por toneladas de ropa. Hace tanto calor que creo que puedo sentir el sudor de mi compañero a través de las capas y capas que nos rodean. Sé que después lo agradeceré, pero por el momento me permito el lujo de quejarme mentalmente. No sé si volveré a tener la oportunidad. A lo lejos se siguen escuchando un sinfín de gritos, metralla y estruendos."

Expira. El sol de la mañana me golpea la cara, y me siento culpable por disfrutarlo. Salgo de lo profundo de mi ser y me preparo para encarar un nuevo día. Horas van, horas vienen, llega la tarde y, con ella, la noche. 

Inhala, exhala. Por la nariz. Por la boca. Aguanta el aire. Dos, tres, seis, siete, diez segundos. Vuelve a empezar. Una y otra vez.

Manos dormidas, agarrotadas, adoloridas. Me refregué las muñecas. Inspira. 

"Ya daba igual quién era quien, si habías perdido a alguien, cuánto tiempo llevabas ahí. Daba igual tu nombre, tu familia, los motivos por los que estabas ahí. Daba igual quien te hubiera capturado, tocado por primera o última vez. Daba igual todo, menos tu pensamiento. E incluso cuando eso no importaba, algo encontraban para mantenerte cautiva. Día tras día.

Un frío paralizante te calaba hasta los huesos. Un trozo de alambre te pelaba las muñecas. Rastros de torturas interminables te impedían acomodarte en el piso pelado. No te daban mantas, a duras penas te alimentaban, y la higiene era algo que a simple vista (u olfato) escaseaba. No sabias por dónde te estaban matando, ni si realmente querían terminar con vos. Simplemente te llevaban al límite y te devolvían a la vida. A la mayoría, por lo menos.

Que afortunados aquellos que se libraban de ser tocados, mirados; violados. Cuánto daría por poder derrumbarme, pero tampoco te daban agua como para malgastarla en algo tan débil como el llanto. No sabía si hacía meses o días que llevaba encerrada en aquel calabozo. Tampoco importaba."

Expira. Un dolor contracturaba mi columna, cuánta tensión acumulada. Músculos agarrotados, labios resecos. Una angustia creciente en el pecho. No había mucho por hacer.

Un nuevo día venía con una nueva noche, llegar al Nirvana era lo único que me motivaba. Meditando encontrarás la verdad, el sufrimiento es deseo, el deseo sufrimiento. No desees llegar al Nirvana, o sufrirás alcanzándolo. 

Inhala, exhala. Por la nariz. Por la boca. Aguanta el aire. Dos, tres, seis, siete, diez segundos. Vuelve a empezar. Una y otra vez.

Ahora era un polvillo, que picaba en la nariz. Inspira.

"En cuanto lo vi, lo supe, era él. No me hizo falta revisar los bocetos que habían hecho para confirmarlo. Me sabía de memoria su descripción: pelo rubio, casi blanco, ancho de hombros, pie grande, nariz torcida, labios toscos y resquebrajados, ojos pequeños y hundidos, pero sedientos de sangre, ansiosos, furiosos, capaces de asesinar con la mirada. Me encogí contra el cuerpo muerto a mi lado, y rogué estar equivocada. 

Nunca supe bien que fue lo que pasó esa noche, ni por qué sucedió. Sólo fui consciente del ruido inerte de mi compañero contra el asfalto; de las maos callosas que me sujetaban con demasiada fuerza; del traqueteo constante de esa máquina de guerra y fuego, transportándome hacia mi campo de liberación. Arbeit mach frei."

Expira. Salí del trance agitada. No podía ser cierto. Respira, unay otra vez. Inhala, exhala. Por la nariz. Por la boca. Aguanta el aire. Dos, tres, seis, siete, diez segundos. Vuelve a empezar. Una y otra vez.

Ahora eran gotas de lluvia, mojándome las manos, humedeciéndome, que agradable. Inspira.

"Caminaba por las calles embarradas: chapoteando en pequeños mares de lágrimas; mirando sin mirar; sin objetivo al que llegar. Figuras borrosas me rodeaban, anónimas, indiferentes, ignorantes. A medida que las horas avanzaban el miedo atascó un alarido en mi garganta. Seguía y seguía esperando, en vano, ya sabía que no iban a llegar. Sabía bien que yo era la siguiente, era cuestión de horas, minutos tal vez. La lluvía se confundía con mi llanto, mucho más salado, disimulando la angustia que emanaba sin que yo pudiese controlarla. El tiempo caía espeso, cual reloj de arena, sobre mis hombros. Sentía el peso de la angustia, creciente, y no me contuve. Grite. Ese fue mi paso en falso."

Expira. Lloraba, a mitad de la noche. Lloraba.

Al día siguiente, las cosas no mejoraron; volví a llorar. Al despertar, en clase, a la vuelta, a la noche. Siempre por causas diferentes. ¿Acaso era tan malo ser distinta? Allí a donde me dirigía eran todos católicos. Me preguntaba que opinarían ellos, con sus cruces y sus rosarios, y sus caras de santos, de todo lo que vivía yo. ¿Qué explicación podrían dar?

Inhala, exhala. Por la nariz. Por la boca. Aguanta el aire. Dos, tres, seis, siete, diez segundos. Vuelve a empezar. Una y otra vez.

"Faltaban unos minutos para el alba, la débil luz de la luna, ya despidiéndose, se filtraba por los agujeros del techo, decidida a alumbrar el pequeño espacio donde bailaba. Me movía al compás de una música que resonaba en mi mente, eterna, como un último akdbkasjbdha de cordura. Sólo disponía de esos minutos de fama ante los ronquidos de mis compañeras, quienes aclamaban cada giro que completaba. Al escuchar los pasos fuertes y firmes, mi tiempo se había terminado. Debía fingir no tener las fuerzas como para seguir de pie. Y agradecer seguir viva, un día más.

Así era la vida allí, un día si, otro día también. Mis resquebradizas piernas apenas podían sostener el peso de su cuerpo, y cuando bailaba requería un inmenso esfuerzo. Tanto dolor, sólo por un par de instantes. Pero lo valía. Sólo ese hecho, de moverme al son de lo que imaginara, alivianaba los días en aquellos campos de tortura. Había pensado miles de veces en ofrecerrme voluntaria para ir a bañarme, o de autoinculparme cuando alguien cometiera una ofensa. Sin embargo agradecía noche y día ese rastro de vida que me quedaba en las piernas. Eso me daba esperanzas, incluso cuando llego el dia en el que no reaccioné al oir un disparo. Ahí supe que, no importara qué, ya estaba muerta."

Expira. Tenia resonandi en la cabeza el ruido del descargo, el olor de la polvora, la tela raida contra mi cuerpo. Un olor más fuerte me invadió, descomposición. Muerte. Y lloré, de nuevo. Pasó el tiempo, pasó la tormenta interior. 

Inhala, exhala. Por la nariz. Por la boca. Aguanta el aire. Dos, tres, seis, siete, diez segundos. Vuelve a empezar. Una y otra vez.

Humedad, en el ambiene, en el piso, en mis piernas. Fría, densa, calurosa, pesada: humedad. Inhala.

"Orina y algo más en el aire. Algo salado. No podía distinguir si eran lágrimas o sudor. Seguramente del chico de al lado, era un muchacho, no tenía más de 17 años, pero eso no importaba en ese lugar. Tenía miedo, todos lo tenían al principio. Pero con él se estaban desquitando de más. No se lo merecía. 

Habia tenido otra pesadilla, si cerraba los ojos casi podía ver la sonrisa malévola de ese ser. Ese ser que lo perseguía en sueños. Y sus palabras resonando en cada rincón de mi cabeza. Dejé pasar un minuto, dos, tres... se podía sentir el peso de la inquietud. Me volteé preparándome para lo peor, pero no lo encontré. Mi momento no había llegado. 

Cerré y abrí los ojos una vez más. Una celda, individual. Un sonido metálico, una verja abriéndose. Tres personas moviéndose: caminando, rengueando, arrastrando su peso por el pasillo. Un sonido en seco. Dos pares de pasos alejándose. Sosllocé y me dormí. No sabía que realidad me gustaba más vivir."

Expira. Una ventana se cerró de sopetón y me sobresalté. Nunca hice nada con las corrientes de aire. 

Querido lector, hazme caso, escúchame. Duerme, duerme todo lo que puedas, mientras puedas. Nunca sabes que te espera a la vuelta de la vida. 

Un día, tras otro, tras otro. En vela. ¿Estaría lista de nuevo? ¿Alguna vez lo llegaría a estar?

Inhala, exhala. Por la nariz. Por la boca. Aguanta el aire. Dos, tres, seis, siete, diez segundos. Vuelve a empezar. Una y otra vez.

A lo lejos una fosa, que se acercaba, rápida, mortal. Inspira.

"Cada segundo que pasaba se acercaba mi muerte. La tensión acumulada en el aire se palpaba con facilidad. A medida que mis ojos se acostumbraban a la luz, pude apreciar el espectáculo que me rodeaba. Mi respiración se vuelve pesada. Un sinfín de cadáveres me rodeaban. Desde la distancia conseguí distinguir algunas caras, dolía ver lo que había pasado. Todos parecían derrotados, y sus caras estaban tan desfiguradas que me costaba reconocer a la mayoría. Hice mi mayor esfuerzo para recordarlos de cualquier otra forma.

Recé mi última oración, me encomendé a Jahve, y, en el último segundo, con mi último aliento, sonreí."

Expira. Casi sin respirar me llevé las manos al pecho, sentía un impacto potente, que me sacaba el aire. Me concentré.

Inhala, exhala. Por la nariz. Por la boca. Aguanta el aire. Dos, tres, seis, siete, diez segundos. Vuelve a empezar. Una y otra vez.

"Una sensación de soledad invadió mi alma, en mi garganta un sabor áspero y amargo, en mis ojos, gotas saladas agolpándose. Un temblor recorrió mi cuerpo estableciéndose en mis manos. Un vacío se abrió ante mi mirada y se interiorizó en mi estómago. 

La catástrofe que se abría paso ante mis era incalculable. Decenas de personas marchando en redondo, en una plaza, todas con pañuelos en la cabeza. Muchas otras que lloraban desconsoladamente abrazándose, apoyándose entre sí, sin dejarse caer. 

En mi pecho una opresión que me impedía respirar, en mi interior algo que se rompió, y lo único que pude hacer fue taparme la boca con las manos mientras que el horror que había visto se encargaba de llevar mis lágrimas cuesta abajo. Había salido, si. ¿Pero a qué precio? ¿Valía la pena vivir en un mundo así?"

Expira. Un nombre dando vueltas. "Buenos Aires". ¿Buenos? ¿Aire? Ironías de la vida. Intenté salir a despejarme un poco. Todo era abrumador, todo me sobrepasaba. El verde a mi alrededor me aturdía. Cerré los ojos, una vez más. Meditando todo pasa, intenté autoconvencerme.

Inhala, exhala. Por la nariz. Por la boca. Aguanta el aire. Dos, tres, seis, siete, diez segundos. Vuelve a empezar. Una y otra vez.

Miedo, Angustia, Dolor. Inspira.

"El paisaje a su alrededor era hermoso, realmente extraordinario, pero ella no lo podía ver. Ella, cabizbaja, pero no de vergüenza, sorda, pero de placer, ella no lo podía ver. Ella metida en su propio mundo, tan virtualmente perfecto, no lo podía ver. No podía ver las plantas que crecían a su alrededor, ni escuchar voces ajenas a las de su cabeza. Ella simplemente no lo podía ver. No veía lo perfecta que era, no conocía el sentimiento de quedarse sin aliento ante una sorpresa; de sorprenderse en lo pequeño. No conocía la emoción. Ya no tenía motivación.

Todo a su alrededor se teñía de rojo. De muerte, sangre y terror. Un árbol no era fuente de vida, era una persona ahorcada. Una habitación, la más lujosa, era una cárcel en algún momento de la historia. Una rosa, una espina; una luz, electricidad mortífera, un sentimiento, la más grande debilidad. Empezó a ver borroso, y cayó"

Expira. Relájate, fue sólo un sueño. Un fuerte dolor en la cabeza me indicó que me había golpeado. ¿Acaso me había visto? Sombras oscuras danzaban a mi alrededor.

Entiéndeme, querido lector, no es fácil. No lo es. Tomar la decisión que tomé fue la correcta. Uno simplemente no puede seguir así para siempre. Buda lo dijo, debes anular el deseo. El deseo de vivir. Sin deseo, sin vida, sin sufrimiento. 

Inhala, exhala. Por la nariz. Por la boca. Aguanta el aire. Dos, tres, seis, siete, diez segundos. Vuelve a empezar. Una y otra vez.

Vapor, bañera, vacío. Inspira. 

"En sus ojos solo había dolor, en sus muñecas las marcas que este dejó, y en el piso las lágrimas rojas que él derramó. Este no era un dolor común, este era un Dolor con mayúscula, el peor sentido hasta entonces. Y ahí se dió cuenta. Fue como si le cayera un balde de agua con hielo. Todos los pelos de su cuerpo se pararon. Y, a pesar del calor del lugar, sintió frío. Ese era el mal presentimiento que la había estado acosando, el que la des-concentraba por las noches e interrumpía sus meditaciones, sus escalofriantes pesadillas. El que hacía que su almohada despertara mojada, y que sus mejillas permanecieran coloreadas. El que la aterrorizaba día y noche. Y allí acostada en la bañera, todo cobró sentido. Ese era el desenvolvimiento planeado, desde siempre, la purga necesaria. 

Entones se hundió, decidida a permanecer joven para toda la eternidad, y evitar las críticas de la sociedad. Su corazón poco a poco se derritió con lágrimas amargas, lágrimas de dolor ardiente. Poco a poco la llama de su alma se tornó negra, poco a poco consumió su bondad. Y ella murió, ahogada, por sus propias lágrimas, en el mar de las palabras guardadas; incinerada, por el fuego de su alma presente y pasada."

Es tu oportunidad. Estás advertido. ¿Te animas a cargar con el peso del mundo? ¿O será demasiado para ti también?


Anne

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