Renacer

-“El limpia parabrisas iba y venía al compás de la radio, conducía desde Raco a mi casa. Había estado lloviendo alrededor de una hora. El meteorólogo la anunció como la tormenta eléctrica de la temporada. Era muy imprudente conducir un domingo, a las 22hs., estando embarazada y en medio del cerro San Javier, pero al día siguiente empezaba el nuevo empleo y no podía faltar. No ahora que necesitaba tanto necesario el salario. Iba concentrada en mis pensamientos cuando un cuerpo cayó sobre el capó del auto, rebotó y rodó a un lado de la calle. Giré el auto a toda velocidad trazando una enorme “U” a medida que derrapaba. Un traqueteo y un ruido seco me indicaron que el motor no volvería a andar, me bajé corriendo a buscar a la persona que acababa de atropellar esperando encontrarla con vida, pero no hubo ningún tipo de indicio que me lo indicara. Busqué en alrededores. No encontré a nadie. Me dispuse a llamar al 911, pero no tenía señal. Me acerqué al auto, esperaba encontrarlo deformado, con una gran abolladura, pero no fue el caso, estaba intacto. Como si nunca hubiera pasado nada. Desorientada observé como la niebla cubría los alrededores. Cuando no podría haber estado más asustada una voz masculina, teñida de tristeza y con semblante tétrico, una que reconocería en cualquier lugar, dijo: “Amor… corre… huye…”. Esa revelación de ultratumba me puso los pelos de punta e inmediatamente empalidecí, estaba horrorizada. Salí corriendo con las lágrimas a flor de piel, me tropecé y caí… lo último que recuerdo es un golpe y un dolor penetrante en mi cabeza... Y supongo que esa es la historia de nuestra muerte, Señor… ahora, ¿Nos dejaría ir a ver a mi esposo?” - dijo una mujer que cargaba con un bebe prematuro, ambos con blancas albas e iluminados por un halo de luz.

Anne

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